Funciones en el Kafka

A partir del 7 de mayo, todos los sábados a las 20:00hs LAS PRIMAS O LA VOZ DE YUNA en el KAFKA, Lamabaré 866 CABA. Reservas al 4862-5439

sábado, 30 de octubre de 2010

Marcela Ferradás invitada en el programa "Bajo el Volcán", que conducen Carlos Prado y Daniel Cholakian por FM La Tribu, 88.7, los jueves de 18 a 19 hs.

escuchá el audio del programa en:
http://bajoelvolcan.podomatic.com/enclosure/2010-10-27T18_21_38-07_00.mp3

viernes, 22 de octubre de 2010

ÁMBITO FINANCIERO
CRÍTICA


«Las primas»: Notable adaptación de una novela perturbadora
Una sensibilidad exquisita en medio de la sordidez





Rodeada por un estupendo elenco, Marcela Ferradás brinda un capolavoro en el papel protagónico, y el gran acierto de la puesta de Podolsky es que nunca cae en el mal gusto ni en la violencia gratuita.


Por: Patricia Espinosa
La escritora austríaca Elfriede Jelinek definió a la familia como «ese buitre, que se considera a sí mismo un animal doméstico». Una generalización que tal vez resulte desmedida. Pero si la comparamos con el perturbador panorama familiar que brinda la pintora Yuna Riglos en «Las primas» (la premiada novela de Aurora Venturini, adaptada para la escena por Marcela Ferradás y Román Podolsky) cualquier metáfora empalidece ante los horrores que evoca la protagonista.

Su anecdotario da cuenta del autoritarismo materno; de las maldades de su prima Petra (liliputiense, prostituta y eficaz seductora); de la parálisis y deformidad de su hermana Betina; de la insólita intromisión en su hogar del profesor de pintura quien termina violando a la monstruosa minusválida, entre otros desmanes y humillaciones sufridas por la propia Yuna.

Tantas vejaciones han hecho que se defina a sí misma como «una minusválida reeducada», pero siempre al borde de la caída, por proceder de «una familia degenerada y maltrecha». Su leve trastorno de lenguaje más su obsesiva dependencia del diccionario (donde, además de palabras, rastrea experiencias que no comprende o que llegaron a su vida demasiado tarde), la convierten en un bicho raro que pone en la picota los criterios de «normalidad».

La lucidez de sus declaraciones, su sorprendente humor negro, así como el desparpajo y la simpleza con que indaga en temas sexuales y otros tópicos que la dinámica familiar ha tranformado en algo tenebroso, hacen que el espectador quede prendado de su discurso. Felizmente, no se percibe ningún lastre literario en esta versión teatral que nunca pierde ritmo y cuenta con notables interpretaciones.

Ferradás vive los avatares de Yuna (desde la infancia embrutecida a la sabia madurez) con gran intensidad y riqueza de matices. Un capolavoro, que divierte y emociona por igual.Junto a ella, dos actores estupendos: Laura Ortigoza (inolvidable su composición de la enana Petra) y César Bordón en dos roles masculinos de ricos contrastes (e igual nivel de degradación).

El gran acierto de la puesta es haber enriquecido el monólogo de la protagonista (la novela está narrada en primera persona) con la permanente interacción de otros personajes secundarios cuya presencia resulta indispensable para entender el infierno que debió atravesar esta atípica heroína para recuperar su dignidad y todo lo que perdió en ese intento.

Podolsky logró un saludable equilibrio entre los aspectos más sórdidos y patéticos de esta historia de trazo grueso y la exquisita sensibilidad de su protagonista. Pese a jugar con la fealdad y lo deforme, o con la trasgresión de ciertos tabúes, «Las primas o la voz de Yuna» nunca desbarranca en el mal gusto ni en la violencia gratuita. Cuenta, además, con una escenografía y vestuario de gran belleza plástica.


«Las primas o la voz de Yuna». Sobre novela de A. Venturini. Adap.: M. Ferradás y R. Podolsky. Int.: M. Ferradas, L. Ortigoza, C. Bordón y F. Marrale. Dir.: R. Podolsky. Mús. Orig.: F. Marrale. Esc.: J. Ferrari. Vest.: L. Gutman. Ilum.: E. Sirlin (Teatro Cervantes).

http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=549534

jueves, 21 de octubre de 2010

Jueves 21 de octubre de 2010
LA NACIÓN
Crítica

Una inquietante historia familiar
Marcela Ferradás y Román Podolsky lograron una rica teatralidad en una novela de Aurora Venturini


Laura Ortigoza y Marcela Ferradás, actrices de esta propuesta.

Las primas o la voz de Yuna , de Aurora Venturini. Versión: Marcela Ferradás y Román Podolsky. Intérpretes: Marcela Ferradás, Laura Ortigoza y César Bordón. Músico en escena: Federico Marrale. Diseño de iluminación: Eli Sirlin. Diseño de vestuario: Luciana Gutman. Diseño de escenografía: Jorge Ferrari. Asistencia de dirección: Ana Calvo. Dirección: Román Podolsky. En el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Duración: 60 minutos.
Nuestra opinión: muy buena.


Por Carlos Pacheco
Yuna recibe un premio en reconocimiento a su trabajo como pintora. Esa mujer tan frágil se dirige al público para agradecerlo. Durante toda su vida ha tenido temor a la caída. Y, este triunfo, parece demostrarle que aún falta tiempo para que ello pueda suceder. Yuna comienza a hablar y toda su vida se convierte en un ansioso recuerdo que sale a la luz: amenazante, doloroso y hasta profundamente escabroso por momentos.

La novela de Aurora Venturini adquiere una rica teatralidad en la versión de Marcela Ferradás y Román Podolsky, sobre todo por que los personajes seleccionados para formar parte de ella, adquieren una fuerte carnadura. Y en verdad, en el texto de Venturini son los que realmente apasionan, sorprenden o generan rechazo.

En un espacio despojado de objetos, aunque fuertemente cargado de simbolismo porque recupera el voluptuoso mundo interior de la protagonista (intenso trabajo de Jorge Ferrari); Yuna, su madre, su hermana Betina, su prima Petra, el profesor de pintura y, el italiano amigo, van y vienen dando forma a las diferentes situaciones que los involucran. Ellas son pequeñas pero siempre poseen una fuerte resonancia. La dirección de Román Podolsky apuesta al campo sensible de sus intérpretes. Es muy minuciosa su tarea de encontrar en ellos mínimos gestos, actitudes, tonos de voz, que se irán proyectando de manera notable porque no harán más que apuntalar las conductas de esos seres de formas siempre desprolijas (son seres profundamente patéticos, deformes físicamente y hasta producen repugnancia por algunos de sus actos).
Marcela Ferradás, en el rol de Yuna, logra una muy inquietante composición. Pasa por los distintos estadíos de la vida de ese personaje tomando una distancia notable y, a la vez, conmueve. La tensión que ello le provoca queda muy marcada en su forma de articular el discurso, de desarrollar el relato. Como en la novela original, las dificultades a la hora de construir la narración asoman en la escena generando una cuota extra de interés en quien, en este caso, es espectador.

Tanto Laura Ortigoza como César Bordón concretan también trabajos muy destacados. Ortigoza, sobre todo, tiene la difícil tarea de dar vida a varias criaturas y siempre lo hace con reconocida teatralidad.

Valiosa reelaboración dramática de un material narrativo que, posibilitó redescubrir la interesante capacidad literaria de Aurora Venturini.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1316851
Clarín: Crítica
21/10/10
Salvada por el arte
Crítica “Las primas o la voz de Yuna” Una novela premiada, dirigida por Román Podolsky, sobre una familia extraña.

GENTE RARA QUE ES RESCATADA POR LA MIRADA ARTÍSTICA
DE QUIEN CUENTA LA HISTORIA.


Por Juan josé Santillán
Román Podolsky dirigió y realizó la adaptación de Las primas , premiada novela de la escritora platense Aurora Venturini en un registro que destaca el dramatismo impregnado a la voz de la protagonista: Yuna Riglos. Una pintora discapacitada que logró, con su práctica artística, generar el oxígeno necesario para sobrellevar una vida tormentosa.

En escena se hilvanan una secuencia de hechos de Riglos y su familia, un aquelarre de figuras que pueden operar como hologramas en una pintura de Brueghel, el Viejo, o convertirse en la remake sin refinar de Freaks , de Browning. Un amplio y generoso arco de sombras: padre ausente; madre maestra -de puntero en mano- extremadamente disciplinada pese a las limitaciones de Yuna; una hermana con una enfermedad degenerativa; un sórdido profesor de pintura y una prima enana. “No éramos comunes, por no decir que no éramos normales”, asume Yuna en un arrebato de sinceridad biográfica.

El espectáculo se estructura a partir del extenso monólogo de Yuna (Marcela Ferradas) fracturado por la recreación de acontecimientos que determinan su mirada sobre la decadencia familiar y allanan el camino hacia la plenitud de su creación artística. Yuna, además, asciende en el mundillo cultural, cambia su apellido de cuna, profundiza en un prestigio que toma la discapacidad como cualidad pintoresca. Deviene un personaje reconocido del medio. Mientras tanto su contexto cercano se desequilibra de manera irrevocable. Y esa caída es permanentemente registrada en sus cuadros.

Por allí desfilan la ambiciosa tía Nené, las primas Betina y Petra, con quien Yuna sella un pacto de silencio tras un crimen. Con Petra, la prima enana, -uno de los personajes de Laura Ortigoza- surge una complicidad que le da título a la obra y tiene al asesinato como clave vincular entre ambas. Estos detalles cruzan gran parte de la exposición de Yuna frente a los espectadores.
Tanto Laura Ortigoza como César Bordón interpretan varios personajes en Las primas o la voz de Yuna . Se desarrolla una metamorfosis de los cuerpos que atraviesan diversos roles en la cronología de Yuna Riglos. En esa mutación, Bordón maniobra un destacado abanico de recursos: desde la perversidad de un profesor de dibujo y pintura hasta Cacho Carmelo Spichafoco, un siciliano mafioso que se enamora de Petra y le propone casamiento.

Una de las características del espectáculo es contener el plano expresivo de las actuaciones para provocar un contrapunto con la crudeza de lo expuesto por la protagonista. Cierta naturalidad de la crueldad que todos atraviesan, a través de diferentes instancias, se expone en la palabra y se sustrae generosamente de la acción.
El diseño escenográfico de Jorge Ferrari se define por la intensidad de sus recortes dominados por rojos, blancos y negros; una paleta cromática en la que también se funde el vestuario de Luciana Gutman. La escenografía podría ser un cuadro de la memoria de Riglos con los personajes impresos a la dinámica de la narración.

Ficha
Las primas o la voz de Yuna
direccion Román Podolsky Elenco César Bordón, Laura Ortigoza, Marcela Ferradas
sala Teatro Cervantes.
Buena

miércoles, 20 de octubre de 2010

Ambito Financiero
Buenos Aires, 18 de Octubre de 2010


Román Podolsky estrenó en el teatro Cervantes la obra «Las primas o la voz de Yuna», sobre un grotesco de la excéntrica autora Aurora Venturini.

Venturini, o el arte de transformar en bello lo horrible

Luego de exhibirse en distintas ciudades del interior dentro del Plan Nacional de Giras del Teatro Nacional Cervantes, subió a escena en la Sala Orestes Caviglia del TNC, la obra «Las primas o la voz de Yuna», protagonizada por Marcela Ferradás y dirigida por Román Podolsky («Guardavidas» y «Harina», entre otras). Se trata de la traslación escénica de la novela «Las primas» de Aurora Venturini que hace tres años fue premiada por su «originalidad desconcertante».Ferradás y Podolsky se ocuparon de adaptar este relato en primera persona, donde Yuna Riglos, una pintora consagrada, evoca su funesto pasado familiar entre seres deformes y mezquinos. Pese a su trasfondo cruel, la pieza abunda en situaciones divertidas. Completan el elenco Laura Ortigoza, César Bordón y el músico Federico Marrale. Dialogamos con Podolsky.

Periodista: En el libro de Aurora Venturini, Yuna se expresa con una ingenuidad salvaje y a la vez inquieta por su extrema sinceridad. Recuerda a ciertos personajes de Hebe Uhart.

Román Podolsky: Sí, tiene algo de civilización y barbarie. No nos olvidemos que Venturini es una peronista de pura cepa (nació en La Plata en 1922), que luego de ser expulsada por la Revolución Libertadora tuvo una larga estadía en París donde tradujo a varios escritores y fue amiga de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Eugène Ionesco y Juliette Gréco. Es una intelectual de enorme recorrido. Fue profesora de Filosofía, estudió Psicología en la Universidad de París y la condecoraron en Francia por sus traducciones y trabajos críticos sobre Rimbaud, Lautréamont y otros poetas.

P.: También fue muy amiga de Eva Perón. No hace mucho confesó que cuando Eva ya estaba en su lecho de muerte, le pedía que le contara chistes verdes y le hablara de Heráclito. Una mezcla realmente extraña.

R.P.: Venturini es una escritora muy original y una mujer inteligente y entusiasta. Ya vino tres veces a ver nuestro espectáculo. Por nuestra parte, creo que pudimos captar el espíritu de su novela sin pegarnos a ciertos pasajes costumbristas que recuerdan a «Esperando la carroza». Yuna viene de una familia disfuncional, mejor dicho, esperpéntica, una familia de desechos humanos. Es una persona que tiene muchas dificultades y está luchando con ellas permanentemente. Algunas circunstancias pueden provocar risa pero lo que ella está viviendo no es para nada grato.

P.: Recuérdenos cómo está compuesto ese grupo familiar.

R.P.: Tiene una hermana con parálisis múltiple, que es medio deforme y anda en silla de ruedas. Tiene una prima «liliputiense», que es prostituta y asesina, y otra que nació con seis dedos en cada mano y luego es violada por un vecino. Es un paisaje familiar de extrema violencia, tanto física como simbólica, y está marcado por la ausencia del padre y los castigos de la madre que es maestra y maltrata a Yuna con un puntero. Le dice que es tonta y la amenaza con llevarla a un Cotolengo.

P.: ¿La protagonista tiene una alteración del habla?

R.P.: La autora no lo especifica, pero intuimos que se trata de una dislalia. Es un dato que manejamos con sutileza, como una huella de los problemas de expresión de Yuna: frases mal construidas, reiteraciones, expresiones infantiles. Ella recurre permanentemente al diccionario para poder armar frases y aprender aquellas cosas que no entiende. Se aferra a él porque ella en verdad no tiene palabras propias, no puede expresarse.

P.: Y la pintura la salva.

R.P.: Así es. Yuna logra sobreponerse a un sinfín de adversidades con las que convive a diario y de las que tiene que ir tomando posición por acción u omisión. Así encuentra en la pintura otra tabla de salvación que le permite sublimar esa historia de dolor y obtener un reconocimiento en el campo de la cultura, además de una muy buena posición económica que le asegura su independencia. Lo que armamos nosotros en esta adaptación, es que a esta altura Yuna es una señora grande y con una vida hecha. No tiene los 18, 20, 25 años de la novela, que es cuando ella está luchando por salir al mundo. Aquí la vemos recibiendo un premio a su trayectoria artística. Y en ese momento en que todo parece estar bajo control, el pasado retorna con sus recuerdos y emociones asociadas.

P.: ¿La recepción de este espectáculo fue variando de acuerdo con el público de cada lugar?

R.P.: Si, por ejemplo, en Tres Arroyos que es una ciudad más bien conservadora, percibimos cierto rechazo y distancia ante el material. En cambio en Misiones, el público quedó muy movilizado. En una de las funciones, cerca del final se escuchó un grito desgarrador. Después los actores averiguaron que había sido una chica del público con una historia de abuso. El tema de las violaciones es uno de los grandes problemas sociales que sufre la provincia. Y termino con un último ejemplo, le cuento que estuve en la función que se ofreció en un cine-teatro de la localidad de San Martín, de 500 localidades. Estaba repleto y ahí la respuesta del público fue más por el lado de la comedia. Aunque, como pasa a veces frente a situaciones que angustian, el espectador se ríe como válvula de escape.

Entrevista de Patricia Espinosa

domingo, 17 de octubre de 2010

PÁGINA/12
Domingo, 17 de octubre de 2010
TEATRO › LAS PRIMAS O LA VOZ DE YUNA, EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES

Una víctima que es heroína
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-19635-2010-10-17.html


La adaptación realizada por Marcela Ferradás y Román Podolsky consigue trasladar a las tablas el inquietante clima de la novela de Aurora Venturini, no sólo por la potencia del texto sino también por un notable trabajo de actuación.

Por María Daniela Yaccar
Las primas, ganadora del Premio Nueva Novela de Página/12, se presenta de jueves a domingo.
Es inevitable: traducción significa cambio. Si la fotografía es la que capta el alma, el texto literario la modela con su propia arcilla. Conservar la esencia es el gran reto de la traducción que, simultáneamente y sin que sea una paradoja, debe adquirir independencia, vuelo propio. Decir que Las primas o la voz de Yuna (jueves, viernes y sábados a las 21.30 y domingos a las 21 en el Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815) salió airosa de esa aventura es poco. Porque la adaptación de Marcela Ferradás y Román Podolsky de Las primas, de Aurora Venturini, ganadora del Premio Nueva Novela 2007, otorgado por Página/12, es un ejemplo de cómo deben hacerse las cosas. La siguiente anécdota no es menor: la autora del original, la misma que había dicho que la protagonista, Yuna, era ella misma, confesó luego que Ferradás y Podolsky se la habían robado.

Primero, Las primas..., de la cual Podolsky es también director, pasó por La Plata, ciudad natal de la autora. Luego giró por el país y acaba de desembarcar en la sala Orestes Caviglia, espacio al que parece haberse adaptado rápidamente. De una luz roja que encandila sale Yuna (Ferradás), de apellido verdadero López y artístico Riglos, que, como en su momento le pasó a Venturini, acaba de ganar un premio. En este caso, de pintura. Este dato no está en la novela, es la vuelta que Ferradás y Podolsky encontraron –también la excusa que el teatro precisa– para que el personaje se plantara a monologar. En su infancia, cuenta Yuna, padeció dislalia, por eso sólo podía pronunciar la “n”, la “m” y las vocales. Sin tapujos, aun con dificultades para hablar, ella se presenta como una “minusválida reeducada”, definición que anuncia el carácter agridulce de la pieza y que abre paso a una autobiografía entrañable, hecha de sexualidad femenina, discapacidad, folklore de barrio, algún crimen y catarsis artística.

Del espanto a la ternura, la obra es tan vertiginosa y provocativa como la novela. La “ferocidad” de la primera persona de Venturini –en palabras de Podolsky– se mantiene aquí intacta. Yuna, que no supo leer la hora hasta los veinte años y que abandonó la escuela en sexto grado, no es la única problemática de la familia. “No éramos comunes, por no decir que no éramos normales”, aclara antes de viajar al pasado, que se integra al monólogo en retazos. La actriz Laura Ortigoza, impecable, exhibe en Las primas... su potencial camaleónico. Ella es todos los personajes femeninos de la vida de Yuna. Por un lado, encarna a la “normalidad”: la madre autoritaria, docente que no se desprende de su puntero, y Tía Nené, vanidosa artista plástica; ambas despreciables. También es Betina, hermana cuadripléjica, y Petra, prima liliputiense especialista en “sesoral”.

En esa dicotomía, normalidad-anormalidad, se encuentra uno de los diamantes de la novela, que se potencia por el hecho vivo (ver a Betina no es lo mismo que imaginarla: verla es desgarrador). En tal sentido, la pregunta es ¿qué es ser normal, si los exentos de patologías son verdaderos monstruos? La madre y Tía Nené son siniestras. El profesor de arte de Yuna (César Bordón) es del tipo de abusador con menos escrúpulos. Ninguno los tiene, claro está, pero éste es de lo peor, porque saca rédito de la inocencia de las hermanas. De todos, el menos peor es Cacho Carmelo Spichafoco (también Bordón), un siciliano que tiene un romance con Petra, hasta conocerlo la gran aliada de Yuna. Por eso vale tanto lo que Yuna tenga para decir: sí, es ingenua, pero al fin de cuentas dice la verdad. A veces lo hace tan crudamente que el público no se anima a la carcajada, sí a la risa tímida en la que subyace cierta culpa por pensar lo mismo.

Para todos sus pesares, Yuna siempre encontró una salida: el arte. Cuando ella pinta, “el mundo circundante se detiene”. Cada anécdota se corresponde con un cuadro que describe, como el aborto que causó la muerte a su prima Carina –minusválida, con seis dedos en los pies– y que originó una obra extravagante de un renacuajo amenazado por un tridente. Puede parecer “tarado”, pero Yuna tiene un as bajo la manga para revertir presunciones aceleradas. “Aborto”, como tituló a esa obra en apariencia tonta, le valió una medalla. La muerte de Carina ha marcado profundamente a Yuna. Y la sangre se ha derramado por el pasado, que llega a la escena teñido de rojo, siempre por la misma puerta –la que da a bambalinas– que Yuna atravesó en un principio. El presente, en cambio, es blanco y negro. Lo es el vestido tableado de Yuna, en combinación con el piso, que simula una pintura expresionista. El vestuario es mérito de Luciana Gutman; la escenografía, de Jorge Ferrari. Y el músico en escena, Federico Marrale, avisa al público de los saltos temporales.

La novela tiene algo de potencialidad dramática: su estructura monologar, un lenguaje que avanza corrompiendo permisos y que se asemeja al balbuceo. La tarea difícil debe haber sido edificar ese universo cándido y oscuro al mismo tiempo. “Borré. Borré. Borré todo”, asegura la Yuna actual, devenida profesora de Bellas Artes y ganadora de un premio. Pensar que antes nadie hubiera dado ni dos monedas por ella, ni su madre. Hay que decir que la traducción ha operado, en este caso, reforzando el sentido del original, la autosuperación: Yuna, con ese vestido que hace juego con el piso, ha logrado pintarse. Reinventarse a sí misma. Ni fortaleza ni inteligencia ni capacidad de adaptación. O todas juntas. Lo cierto es que la Yuna de ahora no es ninguna víctima. Es una heroína.

sábado, 9 de octubre de 2010

LA NACIÓN
Espectáculos

Estreno en el Teatro Nacional Cervantes
Las primas en versión escénica
Adaptación de Román Podolsky y Marcela Ferradás de la obra de Aurora Venturini
Sábado 9 de octubre de 2010
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1313033


Yuna encarnó gracias a la mirada de Román Podolsky.
Foto Graciela Calabrese


Por Carlos Pacheco
Yuna es un personaje entrañable. En Las primas , la novela de Aurora Venturini, es quien narra la historia de su familia disfuncional y, a la vez, deja ver su crecimiento personal: a los tumbos, con miedos y resentimientos. La narración, que en 2007 fue premiada por el diario Página/ 12 en su concurso de nueva novela, generó profundo interés en la actriz Marcela Ferradás, quien, a poco de leerla, tomó la decisión de llevarla a escena como intérprete.
Convocó al director Román Podolsky y juntos emprendieron la difícil tarea de adaptarla. El proceso llevó un año de trabajo y los resultados parecen ser muy destacados. Se estrenó en agosto en La Plata, donde reside Aurora Venturini y, después de ver el trabajo, la autora le comentó a Ferradás: "Me robaste a Yuna". Una gira que abarcó diversas provincias, de Norte a Sur del país, también confirmó que la traslación escénica de aquel texto narrativo había valido la pena. El próximo domingo, Las primas o la voz de Yuna , se estrena en la sala Orestes Caviglia, del Teatro Nacional Cervantes.

Con el sello Ferradás
Román Podolsky dice que "si el espectáculo conmueve se debe al camino que hace la protagonista como artista, la capacidad de sublimar a través del arte tanta violencia y tanto dolor que, además, esta aumentado por esa disfuncionalidad que a ella no le permite ejercer el dominio de la palabra con autoridad, con comodidad. Creo que el público se identifica con ese camino, con poder construirse a sí mismo, aun frente a situaciones muy adversas. Resuena también algo de esta Argentina. La vida de Yuna se vuelve metáfora de nuestra historia más general, con adversidades, con traiciones, con violaciones. Ahí cobra una dimensión que no es ajena a la novela tampoco. Lo particular: la historia de una pintora que quiere ser reconocida, es nuestra historia".
Harina, Guardavidas, Aureliano , algunas de las últimas creaciones de este autor y director, lo muestran participando de procesos donde la creación de textos y la dirección de actores van muy en paralelo. El afirma que últimamente le vienen interesando los discursos que provienen de los intérpretes. "Me interesa la multiplicidad de voces que aparecen en un proceso -explica-. En este caso concreto, una línea muy fuerte era el texto de la novela, que en nuestra versión está muy respetado. Pero le propuse a Marcela que viéramos qué le pasaba a ella, qué cosas resonaban en ella a partir de los conflictos de la narración. Por eso hay textos que son de su propia cosecha. Me parece que ese juego de intertextualidades enriquece el trabajo y permite apropiarlo."
La versión posibilita conocer el pasado y el presente de la protagonista. Un juego que promueve cierta tensión porque los flashes que llegan de la infancia son muchos y muy contundentes. "Esa supuesta paz a la que ella ha llegado nunca es tal porque, como dice la novela, «siempre está el temor a la caída»". También, claro, asoman otros personajes (que serán interpretados por Laura Ortigoza y César Bordón) a los que Podolsky califica de "resentidos, malos". "En realidad -agrega-, nosotros quisimos apartarnos de ese cuadro costumbrista y basarnos más en la esencia de las relaciones."

PARA AGENDAR
La primas o la voz de Yuna Dirección: Román Podolsky.
Teatro Nacional Cervantes Funciones: jueves a sábados, a las 21.30 y domingos, a las 21. Localidades: $ 30

viernes, 8 de octubre de 2010



Viernes, 8 de octubre de 2010
ESCENAS


“Las primas” llega al Cervantes
Luego de recibir en 2007 el premio de Nueva Novela de Página/12, la novela Las primas, de Aurora Venturini, fue traducida a varios idiomas y publicada en el país por la editorial Mondadori. Su versión teatral, Las primas o la voz de Yuna, realizada por la dupla Podolsky-Ferradás que consigue ponerle el cuerpo al humor y al horror del original, regresa de una exitosa gira provincial y desde hoy se presenta en el Teatro Cervantes.

Por Liliana Viola
Aurora Venturini llega a una reunión de señoras, todas señoras de su edad. El encuentro es en una confitería de su ciudad amada, La Plata, que aparece en todas sus novelas, como caldo de cultivo, también en Las primas, por supuesto. ¿Qué le molestará de lo que encuentra? ¿Las tacitas de porcelana, el vapor del té, la conversación trivial? ¿Será la edad de la franqueza de la que hablaba P.D. James? Lo cierto es que sin siquiera sentarse, pregunta: “Señoras, ¿alguna de ustedes conocerá por acá algún lugar donde violen viejas?”
Aurora Venturini cuenta la anécdota con risas entrecortadas, entre la malicia y la candidez. Tiró la bomba, la expulsaron de nuevo del mismo club al que Groucho no quería pertenecer. Tiene un talento único para incomodar lo que le incomoda. Se conoce el baile sobre esa cuerda de lo políticamente incorrectísimo y juega con el vértigo de quienes están ante un abismo y no lo saben. Ella empuja. Esta habilidad para poner las cosas fuera de su lugar es uno de los hallazgos de su novela Las primas, texto que corre de eje el vicio de lo bien escrito y lo bien pensante, que descoloca a la familia nuclear ya desde el título, privilegiando ese parentesco transversal de gente unida por sangre pero más por otras cosas. Esta tensión bizarra entre el humor, el horror y el aullido que denuncia injusticias sociales, incluida la opresión de las niñas negadas a la educación sexual, las clases obligadas a vivir de sus miserias, son claves en esta novela que ahora convertida en inquietante obra de teatro, Las primas o la voz de Yuna, se estrena hoy en la Sala Orestes Caviglia del Teatro Cervantes, dirigida por Román Podolsky y protagonizada por Marcela Ferradás.


Marcela Ferradás, o haciendo justicia, diremos Yuna Riglos, está parada solita frente al público. Se diría que le transpiran las manos, no tiene facilidad de palabra, aún más, se nota que no puede pronunciar bien todas las letras. Hasta los 20 años no podía leer la hora en los relojes, cuenta ella misma sin que nadie le pregunte. Alguna consonante se le traba de tal forma que la deja suspendida entre la estupidez y el tic de alcurnia. Ella está parada ahí, mirando al frente, porque a pesar de todo Yuna Riglos ha triunfado. Le están entregando un premio de honor por sus pinturas y los espectadores nos hemos convertido en asistentes involuntarios de su largo discurso de aceptación. Tenía que decir gracias e irse, pero no: “Soy una minusválida recuperada”, nos arroja emulando ese rótulo que alguna psicopedagoga le ha inculcado y ella repite como aviso, carta de presentación, boletín de calificaciones. En su necesidad de agradecer el premio se filtra la voz aberrante de Aurora Venturini preguntando por las violaciones, por la obligación de ejecutar el “sesoral” para salir de la miseria, por los abortos clandestinos, por la guerra entre generaciones, por toda una parte de la sociedad sumergida en la ignorancia y la rapiña. Yuna Riglos presenta su estirpe de seres imperfectos con el secreto orgullo y venganza de haber salido de allí, de haberse convertido en esta mujer que escuchamos, aunque preferiríamos mirar de costado, que a duras penas avanza en su relato pero que será la protagonista desde la primera palabra hasta el fin. Toda la obra será este soliloquio en el que su pasado regresa para mostrarnos de dónde logró desprenderse a fuerza de quedarse sola, de desentrañar entuertos y descubrir traiciones. Piedad, risa y desconcierto provoca Yuna y con ella la actuación sensible de Marcela Ferradás que juntas vienen, con la voz cantante, convertir a todo ese elenco de familiares que le arruinaron la infancia en una reunión de viejas ridículas.


¿Qué puntos de contacto te encontrás con Yuna? ¿Por qué elegiste representar este personaje?


M. F.: —Me fascinó porque muestra la posibilidad de construcción que tiene una persona. Creo que ese relato de la lucha a pesar de las dificultades se asocia mucho con la lucha del artista en general. También me mueven para elegirla mi propio resentimiento, la bronca, las imposibilidades, el haber padecido injusticias, desde lo individual y desde lo social, porque hay que ser diferente en una sociedad como la nuestra.


Si tuvieras que decir yo me he sentido Yuna en mi vida, ¿qué escena tuya elegís?


M. F.: —Bueno, por mi edad, todavía sufrí el prejuicio de que si una era actriz era puta, luego eduqué sola a mi hijo... Tuve muchas veces que luchar entre la profesión, la maternidad y el deseo de hacer lo que me apasiona. Me pienso como una mujer de teatro y no me parece extraño que me haya enamorado de un personaje como el de Yuna, que ha pagado un precio muy alto: elige no tener hijos, estar sola, etc. Viene de una estirpe de monstruos, entonces tiene que acabar el linaje ahí. Sus hijos son sus cuadros.


Jorge Ferrari (escenógrafo) y Luciana Gutman (vestuarista), cuenta Marcela Ferradás, “han interpretado el espíritu de lo que nosotros queríamos contar: todo está en la cabeza de Yuna, todo lo que se ve es ella recibiendo un premio y luego siendo atravesada por los relámpagos de su memoria, entonces una decisión que tomamos con Román Podolsky fue no mostrar ninguna pintura de Yuna de las que ella describe. Partiendo de esa base ellos interpretaron un espacio escénico cuyo piso, que es como un tapete, fuera de alguna manera “la” pintura de Yuna. Es en blanco y negro, y el fondo es rojo, una gran boca roja de la cual salen los personajes, que están siempre vestidos de rojo, y yo estoy vestida de blanco y negro con un trazo muy similar al que está en el piso. La sensación es que Yuna se constituye en su obra, emerge de su obra y se salva por el arte. La impronta visual en el personaje de Yuna es que ella es su pintura. Eli Sirlin, la iluminadora, tomó a su vez la decisión, comprendiendo nuestra propuesta, de que lo que mostramos es como un cuadro, y así está iluminada la puesta. Federico Marrale reproduce los sonidos de la cabeza de Yuna. El está presente en escena y es el run-run de esa cabeza que nunca se detiene.


El público que ha tenido la oportunidad, durante la gira por las provincias, de dejar su marca en el cuaderno de anécdotas de los actores. Marcela recuerda dos escenas muy significativas de la recepción de esta obra: “Estábamos en el Centro del Conocimiento, que es un lugar en las afueras de Posadas, híper moderno en una sala que tiene una capacidad de 400 personas y estaba llena. El público muy atento seguía de cerca la obra, algo que yo percibía desde el escenario. Estaba por decir mi último monólogo cuando alguien llora, cada vez más fuerte. Hice foco en el público, era una chica joven, de unos 20 años, con un muchacho al lado que trataba de calmarla. Respiré hondo, tiré la última frase y bajó el telón. Esa noche estaba como espectador el representante del Instituto Nacional de Teatro de Misiones, Marcelo Caliers, quien comentando el episodio me contó que en Misiones la violación es la segunda causa por la que los hombres van presos. Supusimos que esa chica, como otras mujeres que vieron la obra, se sintió muy tocada por el relato. Pero también te puedo contar la escena opuesta: en lugares muy conservadores había personas que, por ejemplo, no podían mirar al escenario. Hombres, sobre todo, miraban al piso, era muy clara la molestia. Nos recibieron con mucho entusiasmo en todos los lugares donde estuvimos, así como también hubo gente que se levantó y se fue”.


Laura Ortigoza y César Bordón son los dos actores que interpretan con talento, gracia y sin caerse nunca de esa cuerda tendida entre la risa y el espanto, el “a pesar de todo” de Yuna Riglos. Ella es todos los miembros de su familia, él es todos los hombres que no la quisieron, un pobre tipo que se aprovecha del talento de su alumna y de la invalidez del resto y, después, un tano mafioso que se convierte en la caricatura de todos los prejuicios y reparos.


Ortigoza entra en escena con su puntero y su delantal arengando a su hija cuasi gangosa a que repita a toda velocidad un trabalenguas. La nena no puede, pero la madre piensa que con sangre entra. Con un sutil detalle de vestuario la misma actriz se ha transformado en la temible Tía Nené, la hermana de la madre y la madre de las primas, señora de un sentido común que apesta. Los otros personajes que la esperan son más jóvenes, pero de ninguna manera más agraciados ni fáciles de representar. En la novela, la hermana menor, Betina, está en silla de ruedas, tiene malformaciones en la espalda, no habla y no controla esfínteres, aun así se convierte en el objeto sexual del profesor de pintura, señor que llegado el momento no quiere hacerse cargo del embarazo. Todo esto mismo puede verse en escena, pero por más que el director Román Podolsky explique cómo llegaron, el efecto genial sigue siendo tan indescifrable como los pases de magia.


¿Qué simbolizan tus personajes a los que muy a menudo les ponés el mote de minusválidos?

A. V.: —A lo que yo llamo por darles un nombre, “mis primas minusválidas”, las he vivido de cerca. A veces me he fundido con ellos cuando me sorprendo por lo que hace la computadora mirándola en compañía de una prima que me pregunta “cómo pasan las letras por un cable tan finito”. No lo sé, no puedo explicar eso ni tampoco cómo es que se refleja mi imagen en el espejo. Pero bueno, estoy recuperada.


¿Qué sentiste cuando viste a todos tus personajes en el escenario? ¿Se parecen a lo que vos imaginaste?


A. V.: —Sí, y más. Esas criaturas ahí capturadas me apabullaron, todo mi desván de espectros me desaforó. Me dieron miedo, sentí como el caracol cuando tantea con sus delicadas antenas un peligro...


¿Qué es lo que más te gustó?


A. V.: –El elenco, por extraordinario. Desde Yuna con su voz impertérrita, inocente y cruel; Betina, que da la impresión que han pedido prestado una minusválida a un instituto; Petra tan fuerte y brutalmente enfurecida por su destino, del cual se vengará hundiendo también en la ciénaga a Yuna. El profesor, tan antipático, el novio siciliano vengativo que se lleva lo peor.


¿Y después del Cervantes?


—Creo que Petra correrá un peligro futuro. Al menos es lo que me parece a mí. Y también creo que Yuna llegó a odiarla. Pero bueno, donde llega cada prima no se sabe si no se va a ver la obra. Hay que ir.

Recorte de la invitación a la
Función Especial de Página 12
Sábado 9 de octubre de 2010